Tras haber analizado cuáles han sido los cánones de belleza femeninos a lo largo de la historia y la presión social que ha sufrido la mujer por ellos, son numerosos los productos audiovisuales en los que se representan. La selección realizada se debe a que reflejan la presión social o la imagen perfecta desde distintos puntos de vista.

Primeramente, tomaremos el cine como escenario. Por un lado, la película Grease (Randal Keiser, 1978), un musical ambientado en los años 50, cuenta las peripecias de un grupo de adolescentes que se mueven entre el amor, los coches y las carreras. Todo ello acompañado del sonido del Rock & Roll.

Refleja una clara imagen de que es necesario cambiar para conseguir el éxito o el amor. Debemos tener en cuenta que la película está basada en los años 50 y entonces destacaba Marilyn Monroe, es decir, la sensualidad. Pero la película fue producida en los 70, dándole ese punto de desmelenamiento y entrando en la tribu urbana del rock o los ‘macarras’.

La protagonista, al principio, tiene el rol de niña buena que nunca ha roto un plato, y eso no gustaba, resultaba aburrido. Por eso, al intentar conseguir a Danny (el protagonista masculino) mediante su estilo, se da cuenta de que siguiendo así no puede conseguir nada y pide ayuda a las “Pink Ladys”, las que le ayudarán a conseguir el mismo canon que él. Durante la historia, la gente se reía de ella por tener ese aspecto de niña buena y acomodada. Así que por la presión social considera que la única manera de conseguir el amor de su vida y ser aceptada en el grupo de amigos es cambiando su aspecto por completo, mimetizándose con ese rol ‘macarra’ y olvidando su verdadera esencia.

Por otro lado, tenemos el film El diablo viste de Prada (David Frankel, 2006), en la que narra la historia de Andy (Anne Hathaway), una joven recién licenciada que entra en la revista de moda más importante del mundo, Runway, dirigida por la severa Miranda Priestly (Meryl Streep). Pero Andy no es una mujer como cualquier otra que trabaja en el mundo de la moda, sino que es una mujer desaliñada que intenta triunfar sin éxito alguno en el negocio de la moda. Andy comprende que para triunfar va a necesitar cambiar de estilo y seguir a las demás junto con todo lo que esto conlleva.

Esta película se puede analizar desde un punto de vista de superación. La protagonista, una chica simple, consigue un puesto de trabajo en la mayor revista de moda del mundo, pero no encaja en él. Por mucho que le digan que no vale para el trabajo -porque todo le parece igual y no sabe distinguir entre una prenda y otra-, decide no rendirse y cambia su aspecto físico para poder alcanzar las metas que le imponen en la revista y ella misma.

Además puede analizarse desde la presión social al tener la oportunidad de prosperar en su trabajo por haber mejorado su aspecto físico. Hay varias escenas que explican la presión social con la que convivían las trabajadoras de Runway. Una de ellas, es la entrada de Miranda en la revista: todo el mundo se maquilla cinco minutos antes para estar perfectas, las mujeres se cambian de calzado para que las viesen con unos tacones de infarto… Un claro ejemplo de la superficialidad. En segundo lugar, cabe remarcar la escena en la que Emily (la compañera de Andy) le dice a ésta que lleva días sin comer para poder tener una talla menos y poder lucir mejor en la semana de la moda de París. Son actitudes que realizan una dudosa crítica a este tipo de hábitos en el mundo de la moda.

Pero una vez que Andy cambia su aspecto físico, comienza a tener éxito en la empresa y en el mundo de la moda. Se vuelca tanto en el trabajo y en seguir el canon de belleza establecido que se olvida de todo lo demás y se distancia de todo tipo de relaciones que tenía antes. Es decir, se convierte en una esclava de la moda, una más de las tantas que detestaba al inicio.

La película refleja los ‘sacrificios’ que hacen las mujeres por lucir perfectas y poder encajar en la sociedad actual sin recibir ninguna critica negativa. El golpe de efecto está en el esperado final: renuncia al tan ansiado puesto de trabajo en Runway para desempeñar su verdadero sueño, ser periodista.

Otra de las películas seleccionada para ser analizada ha sido Paraíso: ¿Cuánto pesa el amor? (Mariana Chenillo, 2013). La historia de la película está sacada de un cuento de Julieta Arévalo, y está ambientada en México D.F. Trata sobre los problemas matrimoniales de una pareja con sobrepeso que se ha mudado a la ciudad. Carmen (la protagonista femenina) se une a un grupo para perder de peso, lo que genera una distancia cada vez mayor en la pareja.

En la teoría hemos mencionado que los personajes principales de las películas mayoritariamente los protagonizaban personas delgadas, pero en esta película los personajes principales son gordos. Este aspecto no rompe con el canon de belleza del film, puesto que lo realmente llamativo es la presión social percibida, ya que deciden bajar de peso para poder ser mejor aceptados en la sociedad.

Carmen (Daniela Rincón) no lo consigue, pero Alfredo (Andrés Almeida) sí, ya que se da cuenta de que al bajar de peso las mujeres empiezan a fijarse en él. Ejemplo de ello es la mujer rubia platino, que es su compañera de trabajo.

Con esto se quiere demostrar que aunque al final no se alcancen los propósitos, siempre ocurre una ‘movilización’ a causa del “qué dirán”.

Pretty Woman es la cuarta película escogida para este análisis, donde la protagonista Vivian, una prostituta de la calle, recibe una oferta por parte de un adinerado empresario, Edward. Tras pasar una noche juntos, contento con el servicio, él amplía su oferta y la contrata como acompañante. Para ello deberá cambiar su aspecto físico y sus modales.

Para terminar con el cine, el argumento principal de Las mujeres de verdad tienen curvas (Patricia Cardoso, 2002) es el enfrentamiento generacional entre madre e hija. El choque entre dos generaciones de mujeres, que representan dos concepciones de feminidad totalmente diferentes. Además, se refleja como telón de fondo la temática racial y cultural.

La madre defiende la feminidad tradicional. Su vida gira en torno al futuro de su hija Ana, que deberá seguir los valores tradicionales respecto al matrimonio y al papel que desarrolla la mujer en él y en la sociedad. Su principal preocupación es que su hija se case y para ello Ana deberá cuidar su peso, para conseguir atraer a los hombres, manteniéndose virgen hasta llegar al matrimonio. Es lo más importante según escala de valores.

Por el contrario, Ana lucha por una feminidad moderna, que acepte a la mujer tal como es, sin modelos, con sus defectos externos e internos y con derecho a decidir su vida sin manipulaciones, ni estereotipos.

La trama se desarrolla en California y al ser Ana hija de inmigrantes latinoamericanos (de México), no tiene los rasgos de las típicas muchachas californianas de cuerpo esbelto y atlético, piel blanca y ojos claros. Por ello, la madre de Ana piensa que un muchacho californiano nunca se fijará en su hija, pero al menos espera que pueda tener un bonito cuerpo para poder cumplir el ideal del hombre chicano respecto de las mujeres. De ahí su obsesión porque adelgace. Pero Ana, en realidad, es una joven adolescente con mucho carácter y con exceso de peso que ha terminado el bachillerato y quiere vivir su vida y decidir su futuro por sí misma, sin seguir ningún canon de belleza.

La sociedad actual vive condicionada por los medios de comunicación que, mediante la publicidad, la televisión, el cine, etc., ensalzan la importancia de la belleza femenina, desacreditando otros valores, como por ejemplo la inteligencia, la lealtad… En esta película es la madre la que ejerce esa influencia en Ana, la principal fuerza censora.

Podríamos considerar esta película como femenina, ya que sus protagonistas son mujeres. Según el canon de belleza actual se considerarían gordas, pero lo realmente significativo es que llevan a cabo una verdadera arenga de la defensa del verdadero cuerpo de la mujer, tal y como es, sin vergüenzas, para poder aceptarse por dentro y por fuera.

Cambiando de campo, la televisión es uno de los principales medios de persuasión en nuestra sociedad. Las series televisivas se muestran como una ventana que refleja la realidad, pero a su vez son espejos cóncavos que reflejan y a su vez distorsionan esa realidad según los intereses de los mercados del momento.

Como primer ejemplo puede recordarse la serie Yo soy Bea (Telecinco, 2006-2009) que fue la versión española de la colombiana Yo soy Betty, la fea (Mario Ribero Ferreira, 1999-2001). La serie cuenta cómo Beatriz Pérez Pinzón (Ruth Núñez), una chica de 26 años, fea, pero muy inteligente, entra a trabajar en la codiciada revista de moda «Bulevar 21». Allí se enamora de su jefe, Álvaro Aguilar (Alejandro Toues), el joven y recientemente nombrado director de esta revista que la seduce con intenciones egoístas hasta que se acaba enamorando por primera vez de ella.

Bea al enterarse de que el sentimiento es mutuo, decide hacerse un cambio radical para conseguir tener el ideal de belleza de entonces y así poder conquistar, irse o incluso casarse con el hombre de su vida, que antes era inalcanzable.

Lo realmente llamativo de esta serie es que, aunque defienda la idea de que lo importante es el interior de las personas, destaque el cambio de imagen de la protagonista, siendo uno de los secretos mejor guardados del momento. La audiencia se disparó en ese capítulo e influyó en la estética del momento.

Por otra parte, en la televisión encontramos mujeres cuyo físico, según el canon de belleza actual, es perfecto. Ejemplo de ello es la presentadora de Supervivientes (2016) Lara Álvarez, una mujer guapa, sexy, delgada, bronceada… Es decir, un cuerpo diez.

Otro ejemplo serían las azafatas de los programas del estilo La ruleta de la suerte, que hasta ahora nunca hablaban, pero actualmente, además de aparecer luciendo un cuerpo perfecto, conversan e incluso cantan. Será el avance de la mujer florero.

El amplio mundo de la publicidad será el último escenario escogido. Son marcos en los que aparecen mujeres perfectas en una situación normal de la mujer corriente (es decir, imperfecta). En publicidad el producto es el objetivo de la venta, pero muchas veces queda eclipsado por todo el atrezzo y por la selección de la modelo que nos lo ofrece. No importa lo que se quiera vender. A veces incluso no se recuerda, pero emiten una serie de imágenes que sí responden, una vez más, a esos cánones de belleza que tan bien han conseguido inculcar.

Está claro que la mayoría de las mujeres se ven defectuosas por no tener el abdomen plano o las piernas delgadas, y para remediarlo recurren a numerosos productos. En los anuncios de todos ellos, las mujeres reflejadas no demuestran ninguna de esas asperezas o imperfecciones, no son mujeres que no tengan el abdomen plano, sino todo lo contrario, no les sobra ni un solo centímetro de su contorno.

La Campaña por la Belleza Real (2005) de Dove mostraba a mujeres con curvas que no perdían la sonrisa con el objetivo de replantear la de belleza. La empresa Unilever defendió esta campaña que se diseñó para luchar contra los estereotipos establecidos y para que las mujeres de todo el mundo participasen en una conversación sobre la belleza.

Pero esto no ocurre únicamente en los anuncios de productos de estética. Todo en la publicidad es estética y debe responder al canon establecido. Por ello encontramos dientes perfectamente alineados y blanqueados en la oferta de tanto manzanas como sofás; siluetas ligeras y esbeltas en los anuncios de tiritas para los pies; escotes agraciados en la venta de hamburguesas o colonias. No importa lo que se vende, sino cómo se vende.

La realidad es esta: las mujeres al ver ese anuncio creen que al consumir ese producto llegarán a alcanzar esa imagen y así poder ser aceptadas con mayor facilidad en la sociedad. Una eterna búsqueda de la aceptación para la felicidad.